
Hace un par de años escribí un relato muy corto de miedo. Siempre me han gustado las novelas de terror, y bueno, aunque no creo que alguna vez vaya a escribir una, hice mis pinitos con este pequeño relato que no había compartido antes con nadie.
Aprovechando que hoy es Halloween, se me ha ocurrido subirlo al blog para que lo leáis en esta noche tan especial. No lo he retocado, porque si me hubiera puesto a hacerlo lo habría vuelto a escribir, así que perdonad si no está muy bien narrado.
FELIZ HAAAALLOOOOWEEEEENNNNNNN!!!!!!!!!!!!!!!
NOCHE DE MIEDO
Cuando Marta llega a casa todavía está lloviendo. Ahora también escucha los truenos sobre su cabeza y los relámpagos surcan el cielo nocturno.
Marta no es una persona miedosa, por eso se ha dejado convencer para participar en la sesión de espiritismo en la casa de su amiga Alicia. Sin embargo, un súbito temor le recorre la espina dorsal cuando cierra la puerta de casa y enciende la luz del pasillo. La quietud envuelve el hogar, de no ser por el ruido de los truenos todo está demasiado silencioso.
Le gusta el silencio, pero esta noche de Halloween prefiere estar acompañada porque ha sucedido algo en casa de Alicia que la ha asustado.
Cuanto las tres amigas tienen las manos cogidas sobre la mesa y los ojos cerrados, la mesa se mueve sobre sus patas y se alza unos centímetros de suelo. Las luces se apagan intermitentemente y una ventana que está encallada desde hace siglos, se abre y deja entrar la tempestad del exterior. Los cuadros golpean contra la pared y el viento gélido de la calle azota sus cabellos.
María tiene los ojos en blanco y empieza a hablar con una voz extraña que Alicia identifica como la de su difunta abuela. Dice cosas inteligibles mientras continúan unidas por las manos. Alicia dice que no deben romper el círculo o el espíritu no abandonará el cuerpo de María.
El viento sopla con fuerza dentro del salón y arroja al suelo algunos de los adornos que hay sobre el armario. La anciana voz con la que María habla, se alza y les pide que la liberen de su tortura. Su espíritu está castigado a vivir eternamente en la tierra, encerrado en el sótano de la casa que la vio morir. La misma casa que Alicia le alquiló a Marta cuando se independizó de sus padres hace menos de dos semanas.
Alguien suelta un gritito angustiado y Marta siente que el corazón palpita desbocado contra sus costillas. La voz de María se vuelve lastimosa y Alicia comienza a llorar. Hace preguntas a su abuela que no son contestadas, la anciana suplica una y otra vez que su alma sea liberada.
La postura rígida de María se va ablandando. Sus ojos vuelven a ser castaños y la voz de la anciana se confunde con la suya propia durante segundos, hasta que aquella se mitiga y desaparece como un eco entre las sombras. Los cuadros dejan de aporrear las paredes y la lámpara ya no oscila sobre su eje. La ventana se cierra con un golpetazo y la luz regresa.
Alicia está llorando y suelta las manos de sus amigas para llevárselas al rostro compungido. Marta sonríe nerviosamente, deseando creer que todo aquello no ha sido más que una broma de mal gusto que les ha gastado María, y se levanta de la silla para acudir al lado de su amiga. Alicia le pregunta a María sobre la supuesta experiencia extra sensorial que acaba de tener, pero María dice no recordar nada y se muestra muy confundida.
El silencio se instaura en el pequeño salón y ninguna se atreve a comentar lo sucedido. Recogen sus abrigos y se marchan, como si la negación fuera a borrar de su memoria la escalofriante experiencia.
***
Ya en casa, en la que fuera la vivienda de la abuela de Alicia, Marta se dirige a la cocina y se sirve un vaso de leche caliente. Siente los músculos entumecidos y un frío glacial en los huesos.
Una vez en la cama intenta desconectar de la aciaga sesión de espiritismo y retoma el libro que yace sobre la mesita de noche. Mira la portada con recelo. Una casa en ruinas sumida parcialmente en las tinieblas le recuerda que es un libro de terror.
No le parece la lectura más aconsejada después de lo ocurrido, así que vuelve a dejar el libro sobre la mesita y toma el ordenador portátil.
Se entretiene buscando enlaces sobre Nueva York porque tiene previsto un viaje para el verano, pero sus dedos se mueven con vida propia sobre el teclado y busca información sobre espíritus confinados a pasar su existencia en la tierra.
Quiere creer que todo ha sido una broma de María, que les ha tomado el pelo y ahora estará en su casa riéndose de ellas, pero Marta no puede evitar sentir el sabor del miedo en el fondo de la garganta.
Le sorprende la inmensa cantidad de información que existe en la red y decide dejar de leer, pues una historia sobre fantasmas y posesiones guarda demasiadas coincidencias con lo que le ha sucedido a María y, broma o no, se le ponen los pelos de punta.
La luz de la mesilla de noche se apaga sola y Marta queda sumida en la oscuridad de su cuarto. Suelta un chillido de sorpresa y se lleva una mano al pecho, el corazón le martillea contra el esternón. El miedo la paraliza y no es capaz de mover un sólo músculo, pero entiende que ha habido un apagón eléctrico y recobra la compostura.
Los relámpagos iluminan en pequeños fogonazos la habitación, y Marta se atreve a salir de la cama. Busca las zapatillas con los pies y tiene la sensación de que una mano sale desde debajo de la cama y la engancha por los tobillos.
Tiene demasiada imaginación.
Abre el cajón de la mesita y saca una linterna. Después se mueve por la casa y se cerciora de que no han saltado los plomos.
Es extraño que haya luz en el portal y no en su casa, pero como ya es tarde no se preocupa y regresa a la cama.
***
Marta cierra los ojos y deja su cuerpo laxo sobre el colchón. Escucha la lluvia caer con fuerza y los truenos retumbando con violencia. Se adormece durante unos instantes pero un ruido extraño la obliga a abrir los ojos.
No consigue identificar su procedencia pero está segura de que suena dentro de su casa. Las manos se le crispan sobre las sábanas y afina el oído. Por encima del estallido de los truenos identifica el sonido: parecen pasos que se acercan desde el pasillo.
Ahora lo escucha con mayor claridad, alguien ha entrado en casa y arrastra los pies trabajosamente sobre el suelo. Con los ojos desorbitados y paralizada por el miedo, Marta dirige la mirada hacia la rendija de la puerta y descubre que hay luz en el pasillo. Una respiración agónica y una voz escalofriante de anciana, la llama por su nombre y Marta siente deseos de taparse la cabeza con la sábana.
Sin embargo, salta de la cama y se esconde en el armario ropero, pero deja una rendija abierta desde donde ve la puerta.
Dos manchas oscuras seccionan la raya de luz ámbar y Marta supone que hay unos pies al otro lado. El pomo de la puerta comienza a girar lentamente mientras la voz susurrante y espeluznante la sigue llamando por su nombre.
Maaarta, Maaaarta, Maaartaaaa…
Reconoce que la voz que la llama es la misma con la que habló María en su estado de trance: la de la abuela de Alicia.
La puerta se abre emitiendo un lento chirrido y una silueta oscura aparece al otro lado del umbral. Marta no quiere mirar, está aterrorizada y a punto de sufrir un ataque al corazón, pero sus ojos se detienen un segundo sobre los de la anciana, y descubre unas cuencas oscuras que la miran, y unos labios pérfidos y negros que comienzan a esbozar una sonrisa terrorífica que no le llega a los ojos. Marta ahoga un grito de pánico contra la palma de su mano, y acierta a cerrar la puerta del armario que permanecía entornada. Después cierra los ojos fuertemente, con el vello del cuerpo erizado y unos temblores que le estremecen el cuerpo. Se recoge las piernas con los brazos y aprieta los labios con fuerza, pero seguro que la anciana puede escuchar sus jadeos de pánico que a duras penas puede contener. No reza desde niña, pero en ese momento lo hace, sin embargo, sus rezos no son escuchados por nadie, y unos dedos esqueléticos se introducen por la puerta del armario y la abren lentamente. Marta no quiere abrir los ojos, permanece acurrucada hasta que la voz de la anciana le habla cerca del oído, erizándole el vello de la nuca y haciéndola gritar de miedo.
—Noooooooooooooooooooooooooooooooooo
Cuando vuelve a abrir los ojos se encuentra tumbada en la cama y el reloj de la mesilla de noche indica que son las tres de la mañana. Su corazón golpea frenéticamente contra su esternón y tiene la boca seca y la garganta irritada por los gritos. Parpadea furiosamente, y se lleva las sábanas hasta la barbilla, aferrando a ellas sus manos temblorosas mientras, poco a poco, empieza a asimilar que ha tenido una horrible pesadilla.
Ya ha cesado de llover, todo está silencioso y en calma, pero Marta permanece inmóvil durante unos minutos hasta que siente que el regusto terrorífico de la pesadilla va desapareciendo poco a poco y su corazón se tranquiliza.
Entonces se relaja y resopla. Mira hacia la puerta de su cuarto que ella siempre deja cerrada y el pálido reflejo del reloj de noche le muestra que continúa cerrada. Suspira de alivio y cierra un momento los ojos para recrearse en la seguridad que le proporciona su cálido cobijo en la cama pero, cuando vuelve a abrirlos, hay una raya de luz por debajo de la puerta y un par de pies al otro lado.
FIN
Aprovechando que hoy es Halloween, se me ha ocurrido subirlo al blog para que lo leáis en esta noche tan especial. No lo he retocado, porque si me hubiera puesto a hacerlo lo habría vuelto a escribir, así que perdonad si no está muy bien narrado.
FELIZ HAAAALLOOOOWEEEEENNNNNNN!!!!!!!!!!!!!!!
NOCHE DE MIEDO
Cuando Marta llega a casa todavía está lloviendo. Ahora también escucha los truenos sobre su cabeza y los relámpagos surcan el cielo nocturno.
Marta no es una persona miedosa, por eso se ha dejado convencer para participar en la sesión de espiritismo en la casa de su amiga Alicia. Sin embargo, un súbito temor le recorre la espina dorsal cuando cierra la puerta de casa y enciende la luz del pasillo. La quietud envuelve el hogar, de no ser por el ruido de los truenos todo está demasiado silencioso.
Le gusta el silencio, pero esta noche de Halloween prefiere estar acompañada porque ha sucedido algo en casa de Alicia que la ha asustado.
Cuanto las tres amigas tienen las manos cogidas sobre la mesa y los ojos cerrados, la mesa se mueve sobre sus patas y se alza unos centímetros de suelo. Las luces se apagan intermitentemente y una ventana que está encallada desde hace siglos, se abre y deja entrar la tempestad del exterior. Los cuadros golpean contra la pared y el viento gélido de la calle azota sus cabellos.
María tiene los ojos en blanco y empieza a hablar con una voz extraña que Alicia identifica como la de su difunta abuela. Dice cosas inteligibles mientras continúan unidas por las manos. Alicia dice que no deben romper el círculo o el espíritu no abandonará el cuerpo de María.
El viento sopla con fuerza dentro del salón y arroja al suelo algunos de los adornos que hay sobre el armario. La anciana voz con la que María habla, se alza y les pide que la liberen de su tortura. Su espíritu está castigado a vivir eternamente en la tierra, encerrado en el sótano de la casa que la vio morir. La misma casa que Alicia le alquiló a Marta cuando se independizó de sus padres hace menos de dos semanas.
Alguien suelta un gritito angustiado y Marta siente que el corazón palpita desbocado contra sus costillas. La voz de María se vuelve lastimosa y Alicia comienza a llorar. Hace preguntas a su abuela que no son contestadas, la anciana suplica una y otra vez que su alma sea liberada.
La postura rígida de María se va ablandando. Sus ojos vuelven a ser castaños y la voz de la anciana se confunde con la suya propia durante segundos, hasta que aquella se mitiga y desaparece como un eco entre las sombras. Los cuadros dejan de aporrear las paredes y la lámpara ya no oscila sobre su eje. La ventana se cierra con un golpetazo y la luz regresa.
Alicia está llorando y suelta las manos de sus amigas para llevárselas al rostro compungido. Marta sonríe nerviosamente, deseando creer que todo aquello no ha sido más que una broma de mal gusto que les ha gastado María, y se levanta de la silla para acudir al lado de su amiga. Alicia le pregunta a María sobre la supuesta experiencia extra sensorial que acaba de tener, pero María dice no recordar nada y se muestra muy confundida.
El silencio se instaura en el pequeño salón y ninguna se atreve a comentar lo sucedido. Recogen sus abrigos y se marchan, como si la negación fuera a borrar de su memoria la escalofriante experiencia.
***
Ya en casa, en la que fuera la vivienda de la abuela de Alicia, Marta se dirige a la cocina y se sirve un vaso de leche caliente. Siente los músculos entumecidos y un frío glacial en los huesos.
Una vez en la cama intenta desconectar de la aciaga sesión de espiritismo y retoma el libro que yace sobre la mesita de noche. Mira la portada con recelo. Una casa en ruinas sumida parcialmente en las tinieblas le recuerda que es un libro de terror.
No le parece la lectura más aconsejada después de lo ocurrido, así que vuelve a dejar el libro sobre la mesita y toma el ordenador portátil.
Se entretiene buscando enlaces sobre Nueva York porque tiene previsto un viaje para el verano, pero sus dedos se mueven con vida propia sobre el teclado y busca información sobre espíritus confinados a pasar su existencia en la tierra.
Quiere creer que todo ha sido una broma de María, que les ha tomado el pelo y ahora estará en su casa riéndose de ellas, pero Marta no puede evitar sentir el sabor del miedo en el fondo de la garganta.
Le sorprende la inmensa cantidad de información que existe en la red y decide dejar de leer, pues una historia sobre fantasmas y posesiones guarda demasiadas coincidencias con lo que le ha sucedido a María y, broma o no, se le ponen los pelos de punta.
La luz de la mesilla de noche se apaga sola y Marta queda sumida en la oscuridad de su cuarto. Suelta un chillido de sorpresa y se lleva una mano al pecho, el corazón le martillea contra el esternón. El miedo la paraliza y no es capaz de mover un sólo músculo, pero entiende que ha habido un apagón eléctrico y recobra la compostura.
Los relámpagos iluminan en pequeños fogonazos la habitación, y Marta se atreve a salir de la cama. Busca las zapatillas con los pies y tiene la sensación de que una mano sale desde debajo de la cama y la engancha por los tobillos.
Tiene demasiada imaginación.
Abre el cajón de la mesita y saca una linterna. Después se mueve por la casa y se cerciora de que no han saltado los plomos.
Es extraño que haya luz en el portal y no en su casa, pero como ya es tarde no se preocupa y regresa a la cama.
***
Marta cierra los ojos y deja su cuerpo laxo sobre el colchón. Escucha la lluvia caer con fuerza y los truenos retumbando con violencia. Se adormece durante unos instantes pero un ruido extraño la obliga a abrir los ojos.
No consigue identificar su procedencia pero está segura de que suena dentro de su casa. Las manos se le crispan sobre las sábanas y afina el oído. Por encima del estallido de los truenos identifica el sonido: parecen pasos que se acercan desde el pasillo.
Ahora lo escucha con mayor claridad, alguien ha entrado en casa y arrastra los pies trabajosamente sobre el suelo. Con los ojos desorbitados y paralizada por el miedo, Marta dirige la mirada hacia la rendija de la puerta y descubre que hay luz en el pasillo. Una respiración agónica y una voz escalofriante de anciana, la llama por su nombre y Marta siente deseos de taparse la cabeza con la sábana.
Sin embargo, salta de la cama y se esconde en el armario ropero, pero deja una rendija abierta desde donde ve la puerta.
Dos manchas oscuras seccionan la raya de luz ámbar y Marta supone que hay unos pies al otro lado. El pomo de la puerta comienza a girar lentamente mientras la voz susurrante y espeluznante la sigue llamando por su nombre.
Maaarta, Maaaarta, Maaartaaaa…
Reconoce que la voz que la llama es la misma con la que habló María en su estado de trance: la de la abuela de Alicia.
La puerta se abre emitiendo un lento chirrido y una silueta oscura aparece al otro lado del umbral. Marta no quiere mirar, está aterrorizada y a punto de sufrir un ataque al corazón, pero sus ojos se detienen un segundo sobre los de la anciana, y descubre unas cuencas oscuras que la miran, y unos labios pérfidos y negros que comienzan a esbozar una sonrisa terrorífica que no le llega a los ojos. Marta ahoga un grito de pánico contra la palma de su mano, y acierta a cerrar la puerta del armario que permanecía entornada. Después cierra los ojos fuertemente, con el vello del cuerpo erizado y unos temblores que le estremecen el cuerpo. Se recoge las piernas con los brazos y aprieta los labios con fuerza, pero seguro que la anciana puede escuchar sus jadeos de pánico que a duras penas puede contener. No reza desde niña, pero en ese momento lo hace, sin embargo, sus rezos no son escuchados por nadie, y unos dedos esqueléticos se introducen por la puerta del armario y la abren lentamente. Marta no quiere abrir los ojos, permanece acurrucada hasta que la voz de la anciana le habla cerca del oído, erizándole el vello de la nuca y haciéndola gritar de miedo.
—Noooooooooooooooooooooooooooooooooo
Cuando vuelve a abrir los ojos se encuentra tumbada en la cama y el reloj de la mesilla de noche indica que son las tres de la mañana. Su corazón golpea frenéticamente contra su esternón y tiene la boca seca y la garganta irritada por los gritos. Parpadea furiosamente, y se lleva las sábanas hasta la barbilla, aferrando a ellas sus manos temblorosas mientras, poco a poco, empieza a asimilar que ha tenido una horrible pesadilla.
Ya ha cesado de llover, todo está silencioso y en calma, pero Marta permanece inmóvil durante unos minutos hasta que siente que el regusto terrorífico de la pesadilla va desapareciendo poco a poco y su corazón se tranquiliza.
Entonces se relaja y resopla. Mira hacia la puerta de su cuarto que ella siempre deja cerrada y el pálido reflejo del reloj de noche le muestra que continúa cerrada. Suspira de alivio y cierra un momento los ojos para recrearse en la seguridad que le proporciona su cálido cobijo en la cama pero, cuando vuelve a abrirlos, hay una raya de luz por debajo de la puerta y un par de pies al otro lado.
FIN